Uno de los lugares preferidos durante nuestra reciente visita a Bruselas, y siguiendo la recomendación de algunos amigos, han sido los desayunos en Le Pain Quotidien, en rue des Sablons, una franquicia de panaderías ecológicas donde tomar un café y un croissant se puede convertir en una experiencia inolvidable.

Quizás tenga razón el Antigourmet en sospechar sobre la auténtica filosofía ecológica de esta cadena de panaderías-boulangeries, que tienen sucursales por todo el mundo, incluido Madrid, donde tienen dos establecimientos, en Fuencarral y Velázquez. De todos modos, y sea como sea, es un placer desayunar en un ambiente relajado, y poder tomar unos  croissants con mantequilla de verdad, y mermeladas deliciosas, allí puestas en la divertida “mesa comunal”, donde puedes consultar la prensa diaria.

Cada mañana nos desplazábamos en tranvía al centro de Bruselas, y nuestra primera parada obligada era aquí. Una buena manera de empezar el día, desde luego. El café se sirve en tazones de cerámica, el café doble es para nadar en él, a la antigua usanza. Me quedé con ganas de comprar alguna de las mermeladas, como la de higos, o unos tazones, para casa. A la salida tienen una pequeña tienda donde comprar casi todo lo que tienen, incluido la vajilla, que está muy conseguida, con un aire retro y el logo de la empresa.

En la parte trasera hay una especie de invernadero, con mesitas, dando al jardín, y que te transporta a otro tiempo y lugar, más parece estemos en la campiña inglesa. El servicio es atento y rápido, y la carta incluye almuerzos y cenas ligeras a base de rebanadas con jamón, queso o verduras, o ensaladas y algunos platos calientes. Si quieres un desayuno más potente puedes elegir un croissant relleno de almendras, delicioso, para hacerle un monumento. Las pequeñas baguettes artesanas son deliciosas, de corteza ligera y miga blanda, ideales para untar con mantequilla y mermelada. Muy buenas también una especie de “flautas”, panecillos alargados con abundantes frutos secos. Otra buena opción son los yogurts naturales con frutas.

Ya sólo el escaparate de la tienda es para quedarse allí mirando, un buen reclamo donde exponen tartas dulces y saladas, y que no deja indiferente a casi nadie. No es raro ver gente delante contemplando esas maravillas con ojos golosos. No es para menos.

A la salida, o entrada, según lo mires, tienes el mostrador, que parece más bien el expositor de un museo del pan, con panes que además se venden al peso, un detalle, ya que suelen ser hogazas enormes, como verás en las fotos. La única y más importante pega de Le Pain Quotidien, el precio, no es nada barato. Para darse un capricho de vez en cuando, imprescindible para los amantes del pan artesano.