A pesar de la relativa cercanía, no había visitado esta zona, salvo una breve estancia hace muchos años, siendo pequeño. El parque natural del Cabo de Gata, en Almería, es uno de los más bellos. Para los que no lo conozcáis, se trata de una zona semidesértica en el extremo más oriental de la provincia de Almería.

Estos campos de Níjar, a los que Goytisolo dedicara una de sus mejores novelas, han cambiado con la llegada de un turismo no masificado, pero que ha ido alterando la fisonomía de este paraje, sobre todo en las zonas más turísticas como Las Negras, San José o Carboneras. Afortunadamente, las playas siguen siendo parajes bien conservados, de limpias y cálidas aguas, las mejores de ellas de difícil acceso, por la falta de caminos o carreteras.

El turismo es eminentemente familiar, aunque se mezcla con visitantes alternativos, en busca de la paz y el retiro que supone una de las zonas más despobladas y desérticas, que en muchos momentos nos puede recordar a paisajes del Norte de África. Pocos extranjeros se ven por aquí, y los que hay no son los clásicos turistas que visitan nuestras costas más urbanizadas del levante o de Andalucía, más bien son “hippies” como los llaman por aquí, que alojados en caravanas o en improvisados campamentos, disfrutan del buen clima y de la relativa tolerancia, hasta el momento, de las autoridades.

Nos hemos alojado en una zona retirada, en una de las muchas casas rurales que se pueden alquilar en el cuidado entorno del parque. A partir de aquí nos vamos desplazando cada día, para ir descubriendo pueblos y paisajes sorprendentes. No muy lejos, en el pueblo de Agua Amarga, visitamos un curioso restaurante, La Villa, un tranquilo y exclusivo lugar con unas pocas mesas en torno a la piscina, a cargo de una americana afincada en la localidad. Cocina de fusión bien resuelta, ensaladas, atún, carnes y algún plato de pasta. El servicio muy agradable, buena carta de vinos y cócteles, un lugar para ir por la noche, incluso a altas horas.

Visitamos varios restaurantes y casas de comidas más o menos correctas estos días, pero poco que destacar, salvo Casa Miguel en San José, con dos establecimientos, uno en Avda. San José 43, excelente, y otro no tan lujoso en el paseo marítimo, Casa Miguel Puerto. Visitamos ambos, y aunque nos gusta más el local de la avenida, el del puerto cuenta con una terraza con vistas al mar y las atenciones de Domenico, el encargado.

La carta es similar en los dos locales, y aunque puedes probar carnes de calidad, destaca por los arroces con marisco y pescado fresco. Muy buenas las gambas de Almería a la plancha, servidas en cama de sal gorda, o las almejas en salsa marinera. El mero en salsa de almejas es abundante y delicioso, y la fritura excepcional, lo mejor las gambas y las cigalas fritas que incluye, todo un lujo. Muy recomendable el arroz caldoso de marisco. El servicio es atento y los postres caseros correctos. Y además, a un precio razonable, menos de 40 eur por persona, incluido vino.

Ciertamente no hay demasiadas alternativas gastronómicas en las pequeñas poblaciones del Cabo de Gata, pero sí las suficientes para descubrir una gastronomía sencilla, asequible y de unas materias primas de excelente calidad, sobre todo el marisco y pescado. Los cercanos invernaderos producen gran parte de las verduras que se consumen en el resto de España e incluso de Europa, y ha sido una pena no poder disfrutar del tomate raf, el mejor que se produce por aquí, pero cuya temporada ya ha finalizado. Esperemos volver para seguir descubriendo nuevos lugares en este entorno natural de gran belleza, El Cabo de Gata.

Fotos del viaje a Cabo de Gata en Facebook.