Hoy me he desayunado con un interesante artículo de Consumer sobre el huevo y los falsos mitos en la alimentación creados en torno a este sencillo alimento. Alimento primigenio, seguramente uno de las primeras fuentes de proteinas del hombre, es un alimento completo y mucho más sano de lo que pensamos.

¿Tres a la semana?

El primer mito que este artículo desmonta es el del colesterol. Aunque es verdad que los huevos, sobre todo la yema, aportan colesterol, se ha demostrado que las elevaciones en sangre de esta grasa dependen más de factores hereditarios que de la ingesta y, según se ha visto en numerosos estudios, la predisposición a padecer infartos y enfermedades cardiovasculares depende más de otros factores como el sendetarismo, el estrés y el tabaquísmo.

Además de ser una de las mejores fuentes de proteinas, y más baratas, el perfil lipídico del huevo es favorable, es decir, aporta más grasas poliinsaturadas, beneficiosas para el organismo, y además nos aporta lecitina, vitaminas A, E y D, y minerales imprescindibles como el fósforo, selenio y zinc. Por tanto, no tiene mucho sentido restringir su consumo, salvo en casos de dietas pobres en grasas por ciertas patologías del hígado. Así, el consumo de 4 huevos semanales es muy recomendable, y puede llegar a 7 en personas que hagan mucha actividad física. Pero aquí no acaban los falsos mitos en torno al huevo.

¿Importa el tamaño y el color?

Otros mitos sobre el huevo son los referidos a su forma, color, tamaño. Respecto al color, recuerdo que antes los huevos eran blancos, y ahora por las modas son “morenos”. Como digo, es una moda, parece que la gente pensaba que los oscuros eran mejores, pero a nivel nutricional, son exactamente iguales. En cuanto al tamaño, muchos piensan que los huevos XL son mejores, y de hecho son más caros, pero según parece es todo lo contrario. Los huevos grandes los ponen gallinas más viejas, y además la cáscara se vuelve más fina y más sensible a infecciones basterianas. Los huevos pequeños suelen ser de mejor calidad.

El color de la yema se piensa debe ser muy amarilla o rojiza, indicio de mayor calidad. Antiguamente puede que así fuera, pero hoy día la calidad de la yema no tiene nada que ver con el color, y de hecho, es fácilmente manipulable por el productor, añadiendo piensos con pigmentos a las gallinas. Y otro mito a desmontar, el huevo frito no engorda más que otras formas de prepararlo. Si se escurre bien tras freírlo, el huevo absorbe muy poco aceite y sólo tiene 35 calorías más que un huevo cocido.

Resumiendo, no tiene sentido esa fobia actual a los huevos, ni la restricción a tres a la semana como muchos recomiendan.  Sobre todo cuando se ingieren grasas animales en abundancia con otros alimentos mucho menos sanos, y sobre todo muchas grasas saturadas y trans, presentes en bollería industrial, mucho más perjudiciales. Los huevos son una fuente equilibrada de proteinas, vitaminas y minerales que no debemos despreciar por efecto de las modas.

Fuente Consumer