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España, a pesar de ser uno de los «creadores» de la dieta mediterránea, esta viendo como aumentan las tasas de obesidad infantil de forma preocupante durante los últimos años. Ante esta evidencia el Gobierno, en su anteproyecto de Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición, limitará el contenido en grasas de los alimentos.

Se encuadra en una estrategia más amplia que intenta fomentar la dieta saludable, según se ha anunciado hoy tras el habitual consejo de ministros de los viernes.

De la Vega ha recordado que «está demostrado que las grasas trans (saturadas) aumentan los riesgos cardiovasculares», de ahí que se vaya a limitar su contenido. No obstante, para que esto se haga efectivo, habrá un «periodo transitorio suficientemente amplio para permitir a los operadores adaptarse a su producción».

Así pues, parece que la cosa va en serio. Si los españoles comemos mal, tenemos un gobierno que se preocupa por ello. Y no es que sea malo, ya uno de cada cuatro niños españoles presenta sobrepeso, que es una cifra alarmante, y en los adultos casi la mitad de la población.

Aparte de ser una de las principales causas de muerte, la obesidad supone ya uno de los mayores gastos de las arcas públicas en materia de sanidad y gastos sociales. Sinceramente, nadie puede estar en contra de estas loables iniciativas, pero en mi opinión habría que empezar a educar a los niños y a las familias en hábitos de alimentación sanos, antes que restringir el contenido en grasas de los alimentos.

Y ya me diréis cómo restringir las grasas en la margarina o la mantequilla, o en las abundantes carnes y embutidos que se comen en nuestro país, parte importante de nuestra cultura. ¿Qué serían un cocido o una fabada sin el chorizo o la morcilla? Habrá que pensar en ello.

Noticia: El País