La bodega bar El Pimpi es todo un clásico, yo diría casi una reliquia, en el entorno del Museo Picasso, en pleno centro de Málaga. A pesar del los muchos cambios, y los muchos años que han pasado, sigue siendo un referente en los lugares de tapeo y sobre todo, sigue siendo una de las mejores casa de vinos de Málaga, junto con la Casa de Guardia, otro sitio emblemático.
Es digno de admiración el cuidado y respeto con que se conserva la estructura original del edificio, que debe tener varios siglos de existencia. Las abundantes botas (barriles de madera para envejecer el vino), ya únicamente decorativas, han servido para que muchos artistas y personajes famosos de toda índole hayan ido dejando su marca y su firma, desde Antonio Mairena, la malagueña Marisol, hasta Paloma Picasso, Antonio Banderas o Antonio Gala, un asiduo a las tertulias que se han celebrado desde siempre en sus salones.
Y es que El Pimpi, de manos de sus propietarios, ha sido un lugar de encuentro de artistas, sobre todo escritores, y en sus salones se siguen haciendo lecturas y actos culturales de diversa factura, algo que seguro desconocen los miles de turistas que pasan por aquí cada día, escapando del calor que se queda fuera de los gruesos muros.
La mejor forma de entrar es por calle Granada, no muy lejos de la plaza de la Merced, donde un señorial portal da paso a varios patios que pronto nos llevan a la estrecha barra, el mejor lugar para ir de vinos. Más allá tenemos un patio muy fresco y tranquilo, que se abre a uno de los salones de la planta baja. Al otro lado del patio, una estrecha escalera nos lleva a la planta superior.
Aunque siempre ha sido un lugar perfecto para degustar moscatel, o vino dulce, como lo llamamos los malagueños, siempre han servido tapas rudimentarias, al estilo tradicional, a base de buen queso, jamón serrano, salchichón y lomo en manteca. Con la bebida te ponen unas aceitunas partidas muy buenas, o unas patatas.
Pero la demanda ha hecho que la cocina haya ido mejorando, con ensaladas de pimientos con ventresca de atún, como la que hemos tomado hoy, ligeritas (pequeños bocadillos variados), y lo mejor unas tostás con salmorejo y anchoas, o con bacalao ahumado y naranja, sencillas pero deliciosas.
Antes me gustaba más el sitio, era más tranquilo, una especie de refugio entre los bares de copas y el bullicio de las calles cercanas. Pero bueno, es cierto que a pesar de lo concurrido el servicio sigue siendo excelente y atento. Por la parte trasera se accede a calle Alcazabilla, justo a los pies del teatro romano, donde tienen una amplia terraza muy agradable, rodeada de jardines.
Por allí salimos, como siempre con buen recuerdo de un sitio que esperemos se siga conservando por mucho tiempo. Pocos lugares con tanto encanto como El Pimpi en nuestra ciudad, plagada desafortunadamente de bares de showarma y restaurantes de diseño (en el peor sentido del término).
Es el sitio donde me gusta llevar a la gente que viene de fuera de Malaga y todos quedan maravillados.