higos

No os voy a ocultar que me han gustado siempre estos frutos sabrosos, los higos, fruto de verano, aunque cuando hablo con amigos me doy cuenta que hay mucha gente que no los aprecia tanto, una pena. Tanto me gustan que hace unos años planté una pequeña, por entonces, higuera en mi jardín.

Los higos, aunque lo pensemos, en realidad no son los frutos, ya que estos son los pequeños granitos duros que tiene dentro. Los higos, tanto frescos como secos, a modo de pasas, son exquisitos y tienen un alto contenido en azúcares naturales, glucosa, fructosa y sacarosa, muy nutritivos por tanto.

Se le han atribuido a la higuera Ficus carica, abundantes propiedades medicinales. Su látex lechoso se ha usado desde antiguo para curar las verrugas, e incluso como fermento lácteo, sustituto del cuajo animal para cuajar la leche para hacer el queso, en muchas zonas de Baleares y Andalucía, donde la higuera se ha asilvestrado con facilidad.

Sus virtudes como laxante ya eran conocidas por los egipcios, que la usaban para este fin ya hace más de cuatro mil años.

Como curiosidad, y dentro de la cocina, la voz latina ficus, que designa a la planta y al higo, proviene de un guiso romano llamado ficatum, de hígado, seguramente de cerdo, guisado con higos. De este vocablo se piensa que deriva fígado y el nombre en castellano hígado, el nombre de la víscera. Sin embargo la raíz griega hepar se ha conservado para designar lo relativo a este órgano, hepático.

El romano Apicius, en su De Re Coquinaria, el libro de cocina más antiguo conservado, nos habla además del hígado de los gansos que se cebaban con higos, llamado jecur ficatum, que venía a ser el foie-gras de nuestros tiempos.

Os cuento un poco la historia de mi higuera. Creo que fue un amor a primera vista. En una visita a un vivero cercano, pregunté por esta planta, medio seca, que estaba casi desechada en un rincón. Tan mal estaba y tan pocas esperanzas de vida le daban que me la regalaron, más por pena que otra cosa.

Tras largo tiempo en su maceta, sin que diera mayores señales de vida, la planté en un rincón del jardín. Y aquí es donde la cosa empezó a cambiar. En pocos años la higuera se ha hecho la dueña del terreno, con una vitalidad propia de los ficus, tiene un tronco considerable y, si no la podara cada año, se habría extendido sin remedio.

Desde luego, planta agradecida como ninguna, crece sin apenas cuidados, y su único requisito es tener sol en abundancia, algo que no le falta. Y por supuesto, cada año me ofrece sus abundantes frutos, en cantidad y calidad.

Disfrutemos, por tanto, de este delicioso fruto de verano, el higo, que se debe tomar al natural, como postre sabroso, o en ensaladas, o que nos servirá para hacer mermeladas, tartas y postres varios, como veremos pronto, a medida que vayamos recogiendo estos frutos.